10 de diciembre de 2010

En busca de la plenitud



Escalera al cielo
Guevara Bernal Raziel
 
Por una cierta escalera de luz, tramo a tramo, buscaste la plenitud

en una cierta morada estrella destino.



6 de diciembre de 2010

La mala palabra



Mordisqueando la vida
Mary Morris
 
Las niñas buenas no podían decir esas cosas,

Las señoras elegantes tampoco,

ni las otras.

No podían decir ni esas cosas, ni las otras, porque no hay posibilidad de acceso a lo positivo sin su opuesto, el negativo revelador y revelado. Tampoco las otras mujeres, las no tan señoras, podían proferir aquellas palabras catalogadas de malas, las grandes, las gordas: las palabrotas. Las que nos descargan de todo el horror contenido en un cerebro a punto de estallar. Hay palabras catárticas, momentos del decir que deberían ser inalienables y nos fueron alienados desde siempre.

Durante mi infancia nos lavaron, a muchas de nosotras, la boca con agua y jabón cuando decíamos alguna de esas llamadas palabrotas, las palabras sucias, las malas palabras. Cuando proferíamos nuestra verdad. Después vinieron tiempos mejores, pero esas interjecciones y esos apelativos nada cariñosos quedaron para siempre disueltos en el detergente burbuja del jabón que limpia hasta las manchas de familia. Limpiar, purificar la palabra, la mejor forma de sujeción posible. Ya lo sabían en la Edad Media, y así se siguió practicando en las zonas más oscuras de Bretaña, en Francia, hasta unas pocas décadas atrás. A las brujas -y somos todas brujas-se les lavaba la boca con sal roja para purificarlas.

Y del dicho al hecho, de la palabra hablada a la palabra escrita: un solo paso. Que requiere toda la valentía de la que disponemos, porque creemos que es tan simple y sin embrago no, la escritura franqueará los abismos y por lo tanto hay que tener conciencia inicial del peligro, del abismo. Desatender las bocas lavadas, dejar que las bocas sangren hasta acceder a ese territorio donde todo puede y debe ser dicho. Con la conciencia de que hay tanto por explorar, tanta barrera por romper, todavía.

Es una lenta e incansable tarea de apropiación, de transformación. De ese lenguaje hecho de “malas palabras” que nos fue vedado a las mujeres durante siglos y del otro lenguaje, el cotidiano, que debíamos manejar con sumo cuidado, con respeto y fascinación porque de alguna manera no nos pertenecía. Ahora estamos rompiendo y reconstruyendo, la tarea es ardua. Estamos ensuciando con ganas esas bocas lavadas, adueñándonos del castigo sin permitirnos en absoluto la autolástima.

Luisa Valenzuela
(fragmento)

23 de noviembre de 2010

El mensaje

Diego Rivera
Claro que yo no podía imaginarlo siguiera, pero es con mi falta de imaginación, y con la suya, lector, y con la de todos nosotros, que la historia va llenando sus huecos, el tiempo sus horas, y la escritura sus blancos.

Yo no podía imaginarlo, es cierto, y fue gracias a los pocos indicios que pudo dejar Alejandro como llegué a enterarme de lo que ahora voy a contar.

Trataré de ahorrar algunos detalles terribles: su vida fue demasiado pura para que la manchemos con miedos. Ni siquiera la muerte llegó a destruirlo, y si eso fue lo que intentaban sus captores –borrarlo, ensuciarlo- no cabe duda de que no lo consiguieron. La misma noche durante la cual Alejandro, encerrado entre cuatro paredes, estaba padeciendo las últimas torturas, crecía aunque sus enemigos lo ignoraran. Ellos pensaron seguramente que aniquilarían a un hombre, y él, mientras tanto, se multiplicaba, encontraba detrás de sí las huellas de un mensaje que buscaría solo al destinatario y alcanzaría, tal vez, a sus adecuados intérpretes.

Los hechos (llegué a entender por el mismo Alejandro) sucedieron aproximadamente así: había estado rondando todo ese día por diferentes barrios y por distintas casas amigas; las encontró inesperadamente desiertas. Presumiblemente, las razzias habían sido alertadas de antemano, y cada uno pensó en su propia seguridad. Alejandro pudo regresar, después de largas y complicadas recorridas, lenta, muy lentamente, al centro. Allí, gracias a alguien supo que el cerco estaba tendido.

Viendo los limitados movimientos que podía permitirse, decidió lo insólito: ir a su propia casa. Habrá deducido (tengo que pensar) que no se les iba a ocurrir buscarlo justamente allí. O que era mejor, al fin de cuentas, que todo terminara precisamente allí. No había nadie en las casas fraternas, todos estaban en lugares seguros (quizá todos habían caído), y Alejandro eligió su propio centro antes que otro sitio cualquiera.

Llegaron, inevitablemente llegaron, y desde ese instante la noche fue para él un infierno, pero aun en medio de la canalla y del fuego tuvo aliento para inscribir un trozo de su historia, ese fragmento que ahora yo le transmito a usted para que usted lo transmita a su vez a otro y así se salve.

Mi triste privilegio proviene de un conjunto de azares que, esa noche, dejaron de ser casuales: haber sido su amigo desde la infancia; no haberme mezclado jamás en sus luchas políticas (por vivir, como decía él, “siempre en las nubes poéticas”); haber tenido Alejandro la certeza de que, por mi condición insospechable, sería uno de los primeros en ver y en poder contar lo que vi.

Conocemos muy poco del mundo presente, y mucho menos todavía de un improbable futuro. Si él llegara a ocurrir, y si en su transcurso los hombres leyeran aún estas líneas, en las que torpemente traduzco los signos que mi amigo dejó, quizás cobren algún sentido. Por ahora, cumplo un deber: el de testimoniar cuanto sé.

La casa es una modesta construcción de principios de siglo, con un largo corredor que da a numerosas habitaciones. Ignoro en cuál de todas ellas lo sometieron, porque en todas había un colosal y parecido desorden. Pero fue en la del fondo, la más pequeña, con piso de tierra, donde transcurrieron sus últimos momentos. Cuando la visite, estaba completamente vacía. Sin embargo, algo llamó mi atención: un extraño cuadrado en el suelo, con algunas piedritas encima.

Nadie iba a ser tan tonto como para dejar en manos de un condenado papel y lápices. Pero nadie iba a ser tan perspicaz para advertir que unas simples piedras y el suelo de tierra mi amigo podría comunicar mucho más que lo que nosotros mismos alcanzamos hoy a leer.

Alejandro diseño prolijamente un tablero de ajedrez sobre el piso. Levantó la tierra en treinta y dos casillas para que fueran las negras, y luego me dijo: cuatro o cinco piedras menores están diseminadas por el tablero; ocupan sólo casillas negras, las del centro, como verás. La piedra notoriamente más grande está en la casilla que corresponde al rey blanco. Recuerdo mi nombre y las bromas imperiales que te soportaba cuando éramos muchachos. Recuerdo que te desvivías por enseñarme este juego, y que lo sabés mejor que yo: sólo muy casualmente el rey, con sus movimientos mínimos, muere en mitad del tablero. Comprendé entonces que estaba perdido; que ellos, los oscuros, ocupaban el centro; que las casas blancas se habían vaciado. Comprendé que me rodearon, que resistí hasta el final, y que caí dignamente. Comprendè que durante una misma noche fui perseguido, fui acorralado, fui rey, fui condenado y asesinado, conocí mi centro, pasé mi umbral, abrí mi puerta, gané para siempre mi casa. Y concedé también que, como te hubiera gustado, me hice poeta, pero sin una sola palabra. Salvo con esta piedra que los años limarán hasta que se parezca a aquélla con la que un rey, en su humilde cueva, dibujó los primeros bisontes.

Mario Goloboff

14 de julio de 2010

EL grito manso


Freire, Paulo. El grito manso. Paulo Freire. 2ª. Ed. Buenos Aires : Siglo Veintiuno, 2009. ISBN 978-987-629-034-0



Palabras clave: Educación; Pedagogía crítica; Práctica docente

La obra contiene una de las últimas intervenciones públicas de Paulo Freire y es, a un tiempo, expresión de su pensamiento maduro y encuentro comprometido con quienes trabajan día a día con sus ideas. En él se recogen sus reflexiones acerca de los problemas que asedian la práctica de la educación en el filo del siglo XXI, en este contexto a la vez vulnerable y esperanzado, también sus ideas acerca de la historia, el cambio social, las utopías y la responsabilidad del hombre en el mundo globalizado.

Intervenimos en el mundo a través de nuestra práctica concreta, de la responsabilidad, cada vez que somos capaces de expresar la belleza del mundo. Cuando los primeros humanos dibujaron en las rocas figuras animales ya intervenían estéticamente sobre su entorno, y como sin duda ya tomaban decisiones morales, también intervenían de manera ética. Justamente cuando nos tornamos capaces de cambiar el mundo, de transformarlo, de hacerlo más bello o más feo, nos volvemos seres éticos.

Práctica de la pedagogía crítica



Ante todo, no es posible ejercer la tarea educativa sin preguntarnos, como educadores y educadoras, cuál es nuestra concepción de hombre y de mujer. Toda práctica educativa implica esta indagación: qué pienso de mí mismo y de los otros. Hace tiempo, en Pedagogía del oprimido, analicé lo que ahí denominaba la búsqueda del ser más. En ese libro defendí al hombre y a la mujer como seres históricos que se hacen y se rehacen socialmente. Es la experiencia social la que en última instancia nos hace, la que nos constituye como estamos siendo. Me gustaría insistir en este punto: los hombres y las mujeres, en cuanto seres históricos somos seres incompletos, inacabados e inconclusos. La inconclusión del ser no es, sin embargo, exclusiva de la especie humana ya que abarca también a cada especie vital. El mundo de la vida es un mundo permanentemente inacabado, en movimiento. Sin embargo, en un momento particular de nuestra experiencia histórica, nosotros, mujeres y hombres, conseguimos hacer de nuestra existencia algo más que meramente vivir. En cierto sentido, los hombres y las mujeres inventamos lo que llamamos la existencia humana: nos pusimos de pie y liberamos las manos; la liberación de las manos es en gran parte responsable de lo que somos. La invención de nosotros mismos como hombres y mujeres fue posible gracias a que liberamos las manos para usarlas en otras cosas. Hicimos esa cosa maravillosa que fue la invención de la sociedad y la producción del lenguaje. Y fue ahí, en medio de ese salto que dimos, que mujeres y hombres alcanzamos esa instancia formidable que fue comprender que somos incompletos. Los árboles o los otros animales también son incompletos, pero no tienen conciencia de ellos. Sabemos que somos inacabados y en esta radicalidad de la experiencia humana, reside la posibilidad de la educación. La conciencia del inacabamiento creó lo que llamamos la “educabilidad del ser”. La educación es entonces una especificidad humana.

Este inacabamiento consciente de sí es el que nos va a permitir percibir el no yo. Tú, por ejemplo, eres el no yo de mí. Y la presencia del mundo natural, en tanto no yo, va a actuar como un estímulo para desarrollar el yo. En ese sentido, es la conciencia del mundo la que crea mi conciencia. Conozco lo diferente de mí y en ese acto me reconozco. Obviamente, las relaciones que empezaron a establecerse entre el nosotros y la realidad objetiva abrieron una serie de interrogantes, y esos interrogantes llevaron a una búsqueda, a un intento de comprender el mundo y entender nuestra posición en él. Es en ese sentido que yo uso la expresión “lectura del mundo” como instancia precedente a la lectura de las palabras. Muchos siglos antes de saber leer y escribir, los hombres y las mujeres han estado inteligiendo el mundo, captándolo, comprendiéndolo, leyéndolo. Esa capacidad de captar la objetividad del mundo proviene de una característica de la experiencia vital que nosotros llamamos “curiosidad”.

La curiosidad es, junto con la conciencia del inacabamiento, el motor esencial del conocimiento. La curiosidad nos empuja, nos motiva, nos lleva a develar la realidad a través de la acción. Curiosidad y acción se relacionan y producen diferentes niveles de curiosidad. Lo que procuro decir es que, en determinado momento, empujados por la propia curiosidad, el hombre y la mujer en proceso, en desarrollo, se reconocieron inacabados, y la primera consecuencia de ello es que el ser que se sabe inacabado entra en un permanente proceso de búsqueda. Como consecuencia casi inevitable de saber que soy inacabado, me inserto en un movimiento constante de búsqueda, no de búsqueda puntual de esto y aquello, sino de búsqueda absoluta, que puede llevarme a la búsqueda de mi propio origen, que puede conducirme a una búsqueda de lo trascendental. Si hay algo que contraría la naturaleza del ser humano, ese algo es la no búsqueda, por lo tanto, la inmovilidad. Uno puede ser profundamente móvil y dinámico aun estando físicamente inmóvil, y a la inversa. De modo que, cuando hablo de esto no hablo de la movilidad o inmovilidad física, hablo de la búsqueda intelectual, de mi curiosidad entorno de algo, del hecho de que pueda buscar aun cuando no encuentre. Por ejemplo, puedo pasarme la vida en búsquedas que aparentemente no resultan gran cosa y sin embargo el hecho de buscar resulta fundamental para mi naturaleza de ser buscador. Ahora bien, no hay búsqueda sin esperanza, y no la hay porque la condición humana es hacerlo con esperanza. Por esta razón sostengo que la mujer y el hombre son esperanzados, no obstinados, sino como seres buscadores. Ésta es la condición del buscar humano: hacerlo con esperanza. La búsqueda y la esperanza forman parte de la naturaleza humana. Buscar sin esperanza sería una enorme contradicción. Por esta razón, la presencia de ustedes en el mundo, la mía, es una presencia de quienes andan y no de quienes simplemente están. Y no es posible andar sin esperanza de llegar. Por eso no es posible concebir un luchador desesperanzado. Lo que sí podemos concebir son momentos en que uno se detiene y se dice a sí mismo: no hay nada que hacer. Esto es comprensible, entiendo que se caiga en esta posición. Lo que no comparto es que se permanezca en esa posición. Sería como una traición a nuestra propia naturaleza esperanzada y buscadora.

Estas reflexiones tienen como objetivo marcar hitos esenciales de nuestra práctica educativa. ¿Cómo puedo educar sin estar envuelto en la comprensión crítica de mi propia búsqueda y sin respetar la búsqueda de los alumnos? Esto tiene que ver con la cotidianidad de nuestra práctica educativa como hombres y mujeres.

Otro hito fundamental de la práctica educativa es la inconclusión, dado que es en esa inconclusión que el ser humano se torna educable. Todo educando, todo educador, se descubre como ser curioso, como buscador, indagador inconcluso, capaz sin embargo de captar y transmitir el sentido de realidad. Es en el propio proceso de inteligibilidad de la realidad que la comunicación de lo que fue inteligido se vuelve posible. Por ejemplo: en el momento mismo en que comprendo, en que razono cómo funciona un micrófono, voy a poder comunicarlo, explicarlo. La comprensión implica la posibilidad de la transmisión. En lenguaje más académico diría: “la inteligibilidad encierra en sí misma la comunicabilidad del objeto inteligido.”

Una de las tareas más hermosas y gratificantes que tenemos por delante los profesores y las profesoras es ayudar a los educandos a construir la inteligibilidad de las cosas, ayudarlos a aprender a comprender y a comunicar esa comprensión de los otros.

La obligación de profesores y profesoras no es caer en el simplismo, porque el simplismo oculta la verdad, sino la de ser simples. La simplicidad hace inteligible el mundo y la inteligibilidad del mundo trae consigo la posibilidad de comunicar esa misma inteligibilidad. Es gracias a esta posibilidad que somos seres sociales, culturales, históricos y comunicativos. Profesores y profesoras democráticos intervenimos en el mundo a través del cultivo de la curiosidad y de la inteligencia esperanzada, que se desdoblan en la comprensión comunicante del mundo. Y se hace de diversas maneras: intervenimos en el mundo a través de nuestra práctica concreta, de la responsabilidad, de una intervención estética, cada vez que somos capaces de expresar la belleza del mundo. Justamente, nos volvemos seres éticos. Somos nosotros, los humanos, los que tenemos la posibilidad de asumir una opción ética, quienes hacemos las cosas.

¿Cómo trabajo el problema de la esperanza jacqueada por la desesperanza? ¿Qué hago? ¿Bajo los brazos? Tenemos que educar a través del ejemplo sin pensar por ello que vamos a salvar el mundo. El mundo se salva si todos, en términos políticos, “peleamos” por salvarlo. ¿Nos quedamos con las expresiones fatalistas? ¿Nos quedamos con la ideología inmovilizadora? Ni el hambre, ni el desempleo son fatalidades en el mundo. Millones de dólares viajan diariamente por las computadoras del mundo de sitio en sitio buscando dónde rinden más. Esto tampoco es una fatalidad. Es preciso desafiar esa ideología inmovilista. No hay inmovilismos en la historia. Siempre hay algo que podemos hacer y rehacer. Se habla mucho de la globalización. Ésta aparece como una especie de entidad abstracta que se creó a sí misma de la nada y frente a la cual nada podemos hacer. La globalización sólo representa un momento de un proceso de desarrollo de la economía capitalista que llegó a este punto a partir de una orientación política particular que no necesariamente es única.

A manera de cierre, no hay práctica docente sin curiosidad, sin incompletud, sin capacidad de intervenir en la realidad, sin capacidad de ser hacedores de historia siendo, a su vez, hechos por la historia. Una de las tareas fundamentales es elaborar una pedagogía crítica. En función y en respuesta de nuestra propia condición humana, como seres conscientes, curiosos y críticos, la práctica del educador, de la educadora, consiste en luchar por una pedagogía crítica que nos de instrumentos para asumirnos como sujetos de la historia. Y esta práctica deberá basarse en la solidaridad. Quizá nunca como en este momento necesitamos tanto de la significación y de la práctica solidaria. “Para terminar, reitero: sigo con la misma esperanza, con la misma voluntad de lucha que cuando empecé. Me resisto a la palabra viejo, no me siento viejo, en todo caso me siento utilizado, lleno de esperanzas y de ganas de luchar.”



“… quien enseña aprende al enseñar,
y quien aprende enseña al aprender…”

Citas de Paulo Freire

“La enseñanza de la lectura y de la escritura de la palabra a la que falte el ejercicio crítico de la lectura y la relectura del mundo es científica, política y pedagógicamente manca.”

“No es posible vivir, mucho menos existir, sin riesgos. Lo fundamental es prepararnos para saber correrlos bien.”

“Mi deber ético, en cuanto uno de los sujetos de una práctica imposiblemente neutra –la educativa- es expresar mi respeto por las diferencias de ideas y posiciones.”

“[Educadores y educadoras] cuanto más tolerantes, cuanto más transparentes, cuanto más críticos, cuanto más curiosos y humildes sean tanto más auténticamente estarán asumiendo la práctica docente.”

“Un profesor que no toma en serio su práctica docente, que por eso mismo no estudia y enseña mal lo que mal sabe, que no lucha por disponer de las condiciones materiales indispensables para su práctica docente, no coadyuva la formación de la imprescindible disciplina intelectual de los estudiantes. Por consiguiente, se anula como profesor.”

“El proceso educativo es sobre todo ético. Exige de nosotros constantes pruebas de seriedad. Una de las buenas cualidades de un profesor o de una profesora, es darles testimonio a los alumnos de que la ignorancia es el punto de partida de la sabiduría, que equivocarse no es pecado, sino que forma parte del proceso de conocer y que el error es un momento de la búsqueda del saber.”

“La curiosidad es, junto con la conciencia del inacabamiento, el motor esencial del conocimiento”.

“La utopía posible, no solamente en Latinoamérica sino en el mundo, es la reinvención de las sociedades, en el sentido de hacerlas más humanas, menos feas, en el sentido de transformar la fealdad en belleza. La utopía posible es trabajar para hacer que nuestras sociedades sean más vivibles, más deseables para todo el mundo, para todas las clases sociales”.

“… para mí es una certeza: cambiar es difícil pero posible.”

“No hay nada que esté fatalmente determinado en el mundo de la cultura.”

Pedagogía de la esperanza


Freire, Paulo. Pedagogía de la esperanza : un rencuentro con la pedagogía del oprimido. Paulo Freire. 2ª. Ed. Buenos Aires : Siglo Veintiuno, 2008. ISBN 978-987-629-001-2

Palabras clave: Educación; Práctica docente



… Freire estaba muy callado… la verdad, todos esperábamos que él estuviera hablando. Cuando se terminó la reunión, creo recordar que alguien le preguntó por qué estaba tan callado, por qué no estaba participando. Entonces, él dijo: “Estoy en un profundo silencio activo”… Esa mañana entendimos claramente el concepto de la “participación”, componente esencial de la pedagogía actual… siendo profundamente coherentes con la lógica y el sentido de la participación popular. Prólogo de Carlos Nuñez Hurtado


La obra sintetiza los grandes temas gestados en medio de las luchas sociales convulsionaron a América Latina y a los pueblos del Tercer mundo, y que provocaron las reflexiones, formuladas al ritmo de esas luchas, sobre la necesidad de sobrevivir y de vencer al agobio de la dominación. Paulo Freire profundiza en la historia y los hechos para mostrar las condiciones que dieron forma al pensamiento; descubre las tramas que envolvieron vida, ideas y procesos sociales; muestra las tragedias de las discriminaciones, la extensión de la injusticia y el drama de los que lucharon. Fortaleza de una generación que resistió el sometimiento y que extrajo de las vicisitudes y de las persecuciones el coraje para trabajar en la transformación social. La Pedagogía del oprimido como denuncia de las múltiples máscaras que la dominación usa y recupera. Denuncia como testimonio del esfuerzo callado y generoso de muchos que, en todo el mundo, impiden que la “esperanza” muera.

Siguiendo a nuestro autor: Leer un texto es…



-Aprender cómo se dan las relaciones entre palabras en la composición del discurso, es tarea de sujeto crítico, humilde, decidido.

-Un proceso difícil, incluso penoso a veces, pero siempre placentero; implican que la lectora o el lector se adentren en la intimidad del texto para aprehender su más profunda significación; cuando más hacemos este ejercicio en forma disciplinada, tanto más nos preparamos para que las futuras lecturas sean menos difíciles.

-Estar convencido de que las ideologías no han muerto; la que permea el texto, a veces se oculta en él, no es necesariamente de quien lo lee. De ahí la necesidad de que el lector adopte una postura abierta y crítica, radical y no sectaria, sin la cual cerrará el texto, prohibiéndose aprender algo de él, porque es posible que defienda posiciones antagónicas a las suyas; e, irónicamente, a veces esas posiciones son apenas diferentes.

-No criticar a un autor o autora por lo que se dice sobre él o ella, sino por la lectura seria, dedicada, competente que hacemos de sus textos. Sin que esto signifique que no debemos leerlo que se ha dicho y se dice de él o ella, también.

-Aprender cómo la lectura, como estudio, es un proceso amplio, que exige tiempo, paciencia, sensibilidad, método, rigor, decisión y pasión por conocer.

Sin necesariamente referirme a los autores o a las autoras de críticas ni tampoco a los capítulos de la Pedagogía a que se refieren las restricciones, continuaré el ejercicio de ir tomando aquí y allá algún juicio frente al cual debo pronunciarme, o rehacer un pronunciamiento anterior.

Uno de los juicios que viene de los años setenta, es el que me toma precisamente por lo que critico y combato, es decir, me toma precisamente por arrogante, elitista, invasor cultural, es decir alguien que no respeta la identidad popular, de clase, de las clases populares –trabajadores rurales y urbanos. En el fondo este tipo de crítica, dirigido a mí, con base en una comprensión distorsionada de la concientización y en una visión profundamente ingenua de la práctica educativa –vista como práctica neutra, al servicio del bienestar de la humanidad-, no es capaz de percibir que una de las bellezas de esta práctica es precisamente que no es posible vivirla sin correr riesgo. El riesgo de no ser coherentes, de decir una cosa y hacer otra, por ejemplo. Y es precisamente su politicidad, su imposibilidad de ser neutra, lo que exige del educador o de la educadora su eticidad. La tarea de la educadora o del educador sería demasiado fácil si se redujera a la enseñanza de contenidos que ni siquiera necesitarían ser manejados y transmitidos en forma aséptica, porque en cuanto contenidos de una ciencia neutra serían asépticos en sí. En este caso el educador no tendría por qué preocuparse o esforzarse, por lo menos, por ser decente, ético, a no ser con respecto a su capacitación. Sujeto de una práctica neutra, no tendría otra cosa que hacer que transferir conocimientos igualmente neutros.

Lo que me mueve a ser ético por sobre todo es saber que como la educación es, por su naturaleza, directiva y política, yo debo respetar a los educandos, sin jamás negarles mi sueño o mi utopía. Defender una tesis, una posición, una preferencia, con seriedad y con rigor, pero también con pasión, estimulando y respetando al mismo tiempo el derecho al discurso contrario, es la mejor forma de enseñar, por un lado, el derecho a tener el deber de pelear por nuestras ideas, por nuestros sueños, y no sólo aprender la sintaxis del verbo haber, y por el otro el respeto mutuo.

Respetar a los educandos, sin embargo, no significa mentirles sobre mis sueños, decirles con palabras o gestos o prácticas que el espacio de la escuela es un lugar "sagrado" donde solamente se estudia, y estudiar no tiene nada que ver con lo que ocurre en el mundo de afuera; ocultarles mis opciones, como si fuera pecado preferir, optar, romper, decidir, soñar. Respetarlos significa darles testimonio de mi elección, defendiéndola. Mostrarles otras posibilidades de opción mientras les enseño, no importa que…

5 de julio de 2010

Salud, fuerza, belleza por medio de la gimnasia sueca


Saimbraum, Dr. Salud, fuerza, belleza por medio de la gimnasia sueca. Barcelona: Sociedad General de Publicaciones, 19??. 150 p.

Ubicación: Estante796.41 SAI

Palabras clave: Gimnasia sueca

Capítulo VI: Preferencia por la gimnasia sueca

Per Henrich Ling inventor de la Gimnasia Suecia

En la primera mitad del siglo XIX, tres plagas diezmaban la población escandinava: el alcoholismo, la tuberculosis y el raquitismo que se manifestaban principalmente en la disminución de la talla y de los volúmenes craneal y torácico.

Ling tuvo la suerte de interesar con su método gimnástico a una gran parte de sus compatriotas. Este método se introdujo en la escuela con carácter obligatorio y las familias completaban en sus casas la labor escolar, dedicándose a estos ejercicios jóvenes y ancianos, hombres y mujeres.

La raza escandinava en pocos años aumentó considerablemente en estatura y volumen pulmonar, se apartó en parte del alcoholismo en su forma aguda, y desterró la tuberculosis.

La Gimnasia Sueca es total y progresiva

Esto constituye su ventaja primordial. La gimnasia sueca pedagógica ejercita todo el cuerpo alternativamente y bajo un criterio rigurosamente científico. Todo predominio de un aparato sobre otro, de unos músculos sobre los vecinos, queda postergado. Así, el cuerpo se desarrolla total y armónicamente, condición esencial de la salud perfecta.

Son, además, los de esta gimnasia, ejercicios progresivos, prudentes, racionales. Nada de precipitaciones, de aspiraciones al atletismo, de agotamiento funcional. Movimientos suaves, sin apartarse de lo natural, enérgicos y precisos.

Influye sobre los huesos

Dos porciones del sistema óseo tienen gran importancia sobre la salud del individuo, la caja torácica y la columna vertebral.

La caja torácica, contenedora de los pulmones, influye gradualmente sobre el volumen de éstos. Cuando un tórax es amplio y ágil hay gran capacidad pulmonar y respiraciones profundas, y en consecuencia, sangre excelente y nutrición depurada y completa.

La columna vertebral interesa mucho que esté normalmente erguida. Cuando lo está, la espalda se echa naturalmente hacia atrás, lo cual levanta las costillas y desarrolla los pulmones. Los hombros caídos, el vientre saliente, la espalda arqueada, son signos de raquitismo y de predisposición próxima a enfermedades agudas.

La gimnasia sueca fortalece los músculos dorsales, abdominales y ventrales tan eficazmente, que, manteniéndose tensos y fuertes, resultan imposibles la caída de la cabeza sobre el pecho, el doblamiento de los hombros sobre los pulmones, el arqueamiento de la columna y el relajamiento del vientre.

Normaliza las cinco funciones fisiológicas

La digestión con estos movimientos musculares bien estudiados, se acelera, contribuyendo esta mayor actividad a la mejor y más completa transformación de los alimentos digeridos.

La respiración al hacerse más profunda, limpia más completamente la sangre de las partículas tóxicas, dándole a la vez mayor cantidad de oxígeno.

La circulación se acelera también, con lo que riega completamente los tejidos musculares y alimenta los miembros con mayor actividad que durante el reposo o durante los ejercicios anormales. Por tanto, la nutrición es más completa. La mayor circulación excita asimismo las glándulas eliminadoras de toxinas, como los riñones; y la virtud secretora y depuradora de estos órganos es mucho más perfecta.

Contra la enfermedades y deformidades

Muchas enfermedades han sido prevenidas o evitadas con ella, según declaran los médicos. Enfermedades del cuerpo han sido corregidas, sin necesidad de aparato alguno, con el auxilio del ejercicio diario de estos sencillos movimientos.

Ling la dividió en médica, militar y educativa. La que incumbe es solamente esta última. Muchas personas usan instrumentos sencillos dentro de esta teoría lingniana. Sin embargo, no se mencionan por dos razones: la sencillez y la naturalidad.

Capítulo VII: Salud, fuerza y belleza

Salud

Esta gimnasia ejecutada constantemente produce salud, consiste en la ejercitación de todas las funciones y el desarrollo regular de todos los miembros.

No se comprende la importancia de la salud hasta después de haberla perdido. Entonces se tocan las consecuencias –en el cuerpo, en lo moral, en lo intelectual, en lo familiar- de su falta, efecto de imprevisión humana.

La gimnasia sueca es fuente de salud perfecta si se ejecuta metódicamente.

Fuerza

El vigor se adquiere por el funcionamiento racional, continuo, pausado y armónico de todos los miembros y aparatos del cuerpo. Este ejercicio endurece los huesos, hace la piel menos sensible al ambiente exterior, ensancha la capacidad de todos los órganos y los nutre con sangre pura y fuerte.

Estos son los efectos de un ejercicio total, suave y ordenado. Y la práctica de estos ejercicios es lo que constituye la gimnasia sueca.

La tisis de los atletas provoca la muerte prematura de éstos. Su vigor era aparente, su pecho abultado escondía unos pulmones raquíticos, porque la gimnasia que los desarrolló fue parcial o inarmónica. Se contentó con la envoltura, con los músculos. Y lo principal era lo interno: estómago y corazón, sangre y pulmones.

Belleza

Por instinto, por gusto tendemos a ser bellos. El desprecio del cuerpo fue error de otras épocas. La belleza es hoy compañera de la verdad y de la bondad. La belleza es factor importantísimo de educación moral y de paz social. La belleza humana debe ser amada y procurada por los hombres.

¿Quién no aspira a parecer bien? Constituye la belleza humana, aparte de la hermosura moral e intelectual, tres elementos: la fisonomía, la proporción del cuerpo y la gracia en los movimientos.

El aspecto fisonómico se hereda. La belleza la constituyen el buen desarrollo del cuerpo y la proporción exacta entre sus partes. Decimos que tienen buen tipo los que poseen cuerpos bien formados, constituciones normales. A este tipo se le agrega la gracia motriz: una indefinible coordinación de movimientos, que produce una grácil delicadeza, a veces una soberbia elegancia.

La gimnasia sueca produce naturalmente estos tipos acabados, en su constitución, en sus actitudes y en sus movimientos. Corrige el raquitismo orgánico, la desproporción funcional, la pesadez de movimientos.

Belleza externa

La gimnasia sueca influye de manera benéfica sobre la parte externa del cuerpo. El cutis se convierte en fresco y rosado, transparentando los colores de la salud. El cabello crece abundante y robusto por efecto de una activísima circulación sanguínea. El vello aparece raquítico y claro porque no domina sobre el frescor de la carne y la frescura de la piel. En los ojos puede mostrarse, en un instante dado, una intensidad de vida efectiva extraordinaria y sugestionadora. 




2 de julio de 2010

Todo lo que está en el mundo pasa por el cuerpo

ENTREVISTA AL SOCIOLOGO Y ANTROPOLOGO DAVID LE BRETON
Lunes, 4 de mayo de 2009

El autor francés presentó su libro El sabor del mundo. Una antropología de los sentidos, donde profundiza su ponderado estudio de la corporalidad humana como fenómeno social y cultural. Su teoría le permite dar cuenta de la heterogeneidad de la sociedad actual.


El sociólogo y antropólogo francés ha venido a dictar un seminario intensivo de doctorado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, y mientras tanto aprovechó para presentar su libro El sabor del mundo. Una antropología de los sentidos en la Feria del Libro, dar una charla en la Manzana de las Luces y participar del coloquio internacional dedicado a la obra de Roger Caillois que recientemente organizó la Alianza Francesa y la Embajada de Francia en la Argentina.

El interés que ha suscitado su obra –al menos la que aquí ha sido traducida y publicada, que son siete libros de una extensa producción que incluye más de veinte– revela el creciente atractivo de un campo de estudio que hace dos décadas tenía pocos adeptos: la sociología del cuerpo. Porque Le Breton, de formación sociólogo y psicólogo, se dedica hace más de quince años a estudiar la corporalidad humana a la que entiende no como mera biología sino, por el contrario, como “fenómeno social y cultural, materia simbólica, objeto de representaciones y de imaginarios”. Para él no hay nada natural en el cuerpo: los gestos y posturas corporales, el modo en que cada uno ve, oye y percibe el mundo que lo rodea, las maneras en que se sufre y se goza, las formas de relacionarse y comunicarse con los otros, hasta las emociones y todo el conjunto de las expresiones corporales son modelados por el contexto social y cultural en el que cada actor se encuentra sumergido.

Así, Le Breton se ha encargado de estudiar las diferentes concepciones del cuerpo de la sociedad tradicional y la moderna, según múltiples puntos de vista: desde los ritos de interacción en distintas sociedades y épocas hasta los juegos de la seducción y los modos diferenciales en que el hombre y la mujer expresan sus sentimientos; desde las prácticas del piercing y del tatuaje hasta el arte contemporáneo que involucra al cuerpo como material estético; desde el cuerpo del discapacitado hasta los homogéneos cuerpos cinematográficos y televisivos; desde la bulimia y la anorexia hasta todo el conjunto de preocupaciones actuales por la belleza, la salud y la apariencia.

Todo un campo de estudio se le abre frente a sus ojos a partir de considerar al cuerpo como materia simbólica en lugar de pura biología. Antropología del cuerpo y Modernidad (Nueva Visión, 1995), el primero de sus libros publicado en la Argentina y el más conocido aquí, es para el autor una suerte de “caja de herramientas” que le ha permitido desarrollar el resto de su obra. Allí presenta en cada capítulo las temáticas que luego abordará en profundidad en posteriores libros: el estudio de los sentidos es desarrollado en El sabor del mundo... (Nueva Visión, 2007); de las emociones se ocupa en Las pasiones ordinarias. Antropología de las emociones (Nueva Visión, 2002); el dolor y el sufrimiento es objeto de análisis en Antropología del dolor (Seix Barral, 1998); la invención moderna del cuerpo en tanto objeto separado del ser que lo porta y la historia de la anatomía son trabajados en La chair au vif (En carne viva, aún no ha sido traducido); el tema del rostro y la máscara es estudiado en Des visages. Essai d’antropologie (Los rostros. Ensayo de antropología, tampoco ha sido traducido); mientras que los cuerpos de un mundo volcado cada vez más sobre la tecnología son analizados en Adiós al cuerpo. Una teoría del cuerpo en el extremo contemporáneo (Nueva Visión, 2002). Además, Le Breton ha publicado una breve, esquemática pero útil genealogía de las teorías que se han ocupado del cuerpo –La sociología del cuerpo (Nueva Visión, 2002)–, en donde recorre todas las corrientes sociológicas, filosóficas y antropológicas que histórica, implícita o explícitamente han abordado las lógicas sociales y culturales del cuerpo, los imaginarios en torno de él, el control político de la corporalidad (trabajado especialmente por Michel Foucault) o los vínculos entre el cuerpo y las clases sociales (tarea encarada principalmente por la sociología de Pierre Bourdieu a partir de su noción de habitus).


Lo cierto es que el abordaje de Le Breton está en los antípodas de la obra de Foucault, Bourdieu o de autores post-marxistas que han encarado el estudio del cuerpo a partir de su situación de clase. Le Breton desconfía de la microfísica del poder que supondría un control invisible y diseminado en todos los ámbitos de lo social de las acciones corporales; tampoco cree en la existencia de un habitus de clase (esas disposiciones que con el tiempo vamos adquiriendo a partir de la experiencia). Para una buena parte de la intelectualidad argentina, estas sospechas y descartes pueden resultar incómodos, teniendo en cuenta el arraigo que esos autores tienen todavía aquí. Pero Le Breton viene de otro palo académico. En estas dos semanas en Buenos Aires se ha ganado un público y molestado a otro para el que la experiencia humana sólo tiene sentido en términos de clase. Le Breton dice inscribirse en una corriente de pensamiento muy distinta, de tradición norteamericana: el interaccionismo simbólico, representado por el sociólogo Erving Goffman, considerado el padre de la microsociología. Porque a Le Breton le interesa estudiar individuos y no clases cerradas y homogéneas, y esta teoría le permite dar cuenta de la heterogeneidad del mundo social contemporáneo. Así lo expresó en una extensa y profunda charla con Página/12.

–¿Cómo comenzó a preocuparse por el cuerpo?

–Escribí sobre el cuerpo porque yo era un joven que se sentía mal en su propia piel. Estaba empezando a realizar mi tesis doctoral acerca de la construcción social y cultural del cuerpo cuando decidí partir a Brasil, con la voluntad de perderme, de desaparecer. Estuve allí durante meses, viajando a pie y en barco, atravesando todo el país, incluso el Amazonas, hasta que finalmente decidí volver a Francia para terminar mi tesis de sociología. Fue en esa época que empecé a escribir sobre las conductas de riesgo de los jóvenes y también acerca del cuerpo.

–¿En ese momento la sociología no prestaba atención al cuerpo?

–El cuerpo había sido objeto de análisis de Michel Foucault, pero desde un punto de vista más histórico. El etnólogo François Loux ya había trabajado sobre el cuerpo en la sociedad popular francesa, pero en general la investigación acerca del cuerpo no era valorizada en esa época. Para muchos de mis colegas el cuerpo no era más que una forma biológica sobre la cual no había nada que decir. Por supuesto que en Gran Bretaña y Estados Unidos había un cierto número de sociólogos y antropólogos que ya trabajaban este tema, pero eran los comienzos. Yo intenté aplicar los criterios de análisis de la antropología cultural a la cuestión del cuerpo.

–¿Cómo se aborda una antropología del cuerpo?

–Se trata de interrogarse. Doy un ejemplo: la cuestión de los colores. Podríamos pensar que para verlos se trata solamente de utilizar los ojos; pero en realidad un niño va aprendiendo progresivamente a reconocerlos. Primero aprende a reconocer el rostro de su madre, de su padre, de los objetos que le son próximos, luego el jardín y la calle y el mundo que lo rodea. Si su padre lo estimula a reconocer las formas de las aves, lo hará. Lo que significa que nuestra mirada está orientada, al igual que nuestro oído y nuestro gusto.

–Entonces no hay nada natural, todo es construido culturalmente...

–Exacto. Todo es construido culturalmente a través de la interacción de un niño con sus padres. Un niño que come siempre el mismo plato de arroz tendrá poco sentido del gusto. En cambio si una niña aprende a preparar y condimentar platos al lado de su madre será una gran cocinera, con un gran sentido del sabor.

–¿Esa es la tesis del libro que ha venido a presentar en la Feria del Libro?

–En El sabor del mundo... me dediqué a comprender cómo vivimos en el mundo, porque todo lo que está en él pasa por el cuerpo: debemos escuchar el mundo, tocarlo, olerlo, sentirlo. No hay mundo más que a través del cuerpo. Nos acercamos al mundo a través de la mediación de los sentidos. Y no sólo los cinco sentidos que conocemos, que son los que heredamos de la tradición griega, sino también otros sentidos. Porque hay otras sociedades humanas con otras percepciones sensoriales.

–¿Algo similar sucede con las emociones?

–En Las pasiones ordinarias... intento demostrar que todas las emociones provienen de la cultura. Quiere decir que hay una cultura afectiva dentro de la cual crecemos y dentro de la cual nos vamos a situar, con nuestros modos personales de ser, por supuesto, porque no somos clones ni robots. Siempre hay una variable personal en lo emocional, pero cuando pasamos de una cultura a otra vemos claramente cómo la cultura afectiva cambia, la manera en que los sujetos sentirán y demostrarán las emociones varía. Hay sociedades en las que los sujetos permanecen estoicos ante el dolor, porque la ritualización del dolor implica guardarse el sufrimiento para sí; y hay otras en las que las personas lloran, gimen, gritan ante el dolor.

–¿Y por qué el Adiós al cuerpo?

–¡No soy yo el que le digo adiós al cuerpo! En ese libro intento analizar el imaginario del cuerpo en el mundo de hoy, que considera que el cuerpo es insuficiente, imperfecto, que nos hace perder el tiempo; sobre él recae la muerte y la enfermedad, entonces se cree que si nos pudiéramos deshacer de él sería mejor. Se cree que la tecnología nos podrá liberar de la muerte, nos dará una juventud eterna, una creencia que reemplaza hoy a la que planteaba la existencia de un Dios y una eternidad en el paraíso. Intento comprender el porqué de esa exigencia de transformar el cuerpo en el mundo contemporáneo, por qué hay que hacer siempre régimen y deportes, por qué no tenemos más derecho a ser nosotros mismos y estar a gusto en nuestra piel.

–¿Cuáles son los problemas que esta creencia a favor de la tecnología nos traerá en el futuro?

–Veo una gran inequidad entre las sociedades más ricas y las más pobres. La tecnología del cyborg y la robotización se desarrollará entre los más ricos. Dentro de varios años asistiremos a esa fusión entre la tecnología y la carne, al desarrollo de la clonación, un mundo en el que elegiremos a nuestro hijo en una revista. Un mundo profundamente injusto, porque las tecnologías serán para los ricos y contribuirán a la inequidad.

La sociología del cuerpo


Le Breton, David. La sociología del cuerpo / David Le Breton. 1a. Buenos Aires : Nueva Visión, 2008.

Ubicación: Estante796.01 LEB

La sociología del cuerpo forma parte de la sociología cuyo campo de estudio es la corporeidad humana como fenómeno social y cultural, materia simbólica, objeto de representaciones y de imaginarios. Las acciones que tejen la trama de la vida cotidiana implican la intervención de la corporeidad. El cuerpo moldeado por el contexto social y cultural en el que se sumerge el actor es ese vector semántico por medio del cual se construye la evidencia de la relación con el mundo: las actividades perceptivas, la expresión de los sentimientos, las convenciones de los ritos de interacción, gestuales y expresivos, la puesta en escena de la apariencia, los juegos sutiles de seducción, las técnicas corporales, el entrenamiento físico, la relación con el sufrimiento y el dolor. La existencia es corporal.

El actor abraza físicamente el mundo y lo hace suyo al humanizarlo convirtiéndolo en un universo familiar y comprensible, cargado de sentidos y de valores, compartido con otros actores insertos, como él, en el mismo sistema de referencias culturales. Existir significa moverse en un espacio y en un tiempo, transformar el entorno gracias a una suma de gestos eficaces, clasificar y atribuir valor a los stimuli del entorno gracias a las actividades perceptivas, el diálogo, los gestos, los ademanes y un conjunto de rituales corporales que cuentan con la adhesión de los otros. A través de su corporeidad el hombre hace que su mundo sea la medida de su experiencia. Lo transforma en un ambiente familiar y coherente, disponible para su acción y permeable para su comprensión. El cuerpo es creador de sentido continuamente y de este modo el hombre se inserta activamente en un espacio social y cultural dado.

El aprendizaje de las modalidades corporales de la relación del individuo con el mundo no se detiene en la infancia, sino que continúa a lo largo de la vida según las transformaciones sociales y culturales que se presentan en el curso de la existencia.

Expresa Le Bretón el cuerpo aparece en el espejo de lo social como objeto concreto de investidura colectiva, como soporte de las escenificaciones y de las semiotizaciones, como motivo de distanciamiento o de distinción a través de las prácticas y de los discursos que provoca. En este contexto, el cuerpo puede no ser otra cosa que un medio de análisis privilegiado para poner en evidencia rasgos sociales cuya elucidación es de gran relevancia para el sociólogo como, por ejemplo, cuando quiere comprender fenómenos sociales contemporáneos.

La apariencia corporal responde a una escenificación de actor relacionada con la manera de presentarse y de representarse. Implica la vestimenta, la manera de peinarse y de prepara la cara, de cuidar el cuerpo, etc., es decir, un modo cotidiano de ponerse en juego socialmente, según las circunstancias, a través de un modo de mostrarse y de un estilo. El primer constituyente de la apariencia responde a modalidades simbólicas de organización según la pertenencia social y cultural del actor. Estas modalidades son provisorias, dependientes de los efectos de la moda. El segundo constituyente de la apariencia corresponde al aspecto físico del actor: talla, peso, cualidades estéticas, etc. Se trata de signos diseminados de la apariencia que fácilmente pueden convertirse en índices dispuestos para orientar la mirada del otro o para ser clasificado, sin que uno lo quiera, bajo determinada etiqueta moral o social. En la medida que esta práctica puede ser apreciada por testigos se transforma en un desafío social, en un medio deliberado de difundir una información sobre uno mismo. Por ejemplo, la relevancia del look en relación con la demanda laboral, administrado como recurso “capital-apariencia” para que el rendimiento sea mayor o para no quedar anulado por un desaliño demasiado importante. La puesta en escena de la apariencia deja librado al actor a la mirada evaluativa del otro, y al prejuicio que lo fija de entrada en una categoría social o moral por su aspecto o por un detalle de la vestimenta, también por la forma de su cuerpo o de su cara. Precisamente, los estereotipos se establecen sobre la base de apariencias físicas y se transforman en estigmas, en signos fatales de defectos morales o de pertenencia a una raza. El mercado renueva todo el tiempo los signos que apuntan al mantenimiento y a la valoración de la apariencia bajo los auspicios de la seducción o de la comunicación. Ropas, cosméticos, prácticas físicas son productos codiciados para proporcionar la apariencia que luego el actor social exhibe a modo de tarjeta de presentación “lo que permite que se vea de sí”. El cuerpo es objeto de una preocupación constante. El hombre alimenta con su cuerpo, percibido como su mejor valor, una relación maternal de cuidados, de la que extrae, al mismo tiempo un beneficio narcisista y social, pues sabe que a partir de él se establece el juicio de los demás.

La cuestión de poder, y especialmente de la acción política sobre la corporeidad con vistal al control de comportamiento del actor, fue un dato central de la reflexión de las ciencias sociales en los años setenta. La ley Neuwirth, de 1967, que legitimaba la contracepción, la ley Vel, que permitía el aborto, son sólo dos ejemplos de la sociedad francesa, como indicadores políticos de un cambio en las mentalidades y en las costumbres que se tradujo en la rebelión de la juventud, la liberación sexual, el feminismo, el izquierdismo, la crítica a los deportes que desplegó vigorosamente la revista Quel corps? Muchos enfoques críticos consagrados a la corporeidad, en sociología o en otros campos, toman dimensión política como centro organizador del análisis. Los trabajadores de Jean-Marie Brohm son ejemplares de este campo, intentan mostrar que toda política se impone por la violencia, la coerción y las restricciones sobre el cuerpo. Todo orden político se produciría conjuntamente con un orden corporal. El análisis finaliza con una requisitoria que se enfrenta a un sistema político identificado con el capitalismo, que impone su dominación moral y material a los usos sociales del cuerpo y favorece la alienación. Foucault comprueba que las sociedades occidentales inscriben a sus miembros en las mallas cerradas de una red de relaciones que controla sus movimientos. Estas funcionan como “sociedades disciplinares”. La disciplina dibuja un nuevo tipo de relación, un modo de ejercicio de poder, que atraviesa instituciones y las hace converger en un sistema de sumisión y de eficacia. Foucault desplazó los parámetros de análisis y atrajo la atención sobre las modalidades eficaces y difusas del poder cuando se ejerce sobre los cuerpos que están más allá de las instancias oficiales del Estado. La investidura política del cuerpo pertenece más bien a una forma de organización difusa que impone su marca sin que ésta esté necesariamente elaborada y sea un objeto discursivo. Construye un dispositivo que orienta los usos físicos requeridos, favorece el control del espacio y del tiempo, produce en el actor los signos de liberación que muestran su buena voluntad. El campo político que se esfuerza por organizar las modalidades corporales de acuerdo con las finalidades propias a una tecnología del cuerpo, una política del detalle, más que una confiscación sin mediación de un Estado, medio de dominación de las clases dominantes. La disciplina extiende difusamente su ejercicio a través del campo social, apoyándose en aparatos represivos. “El poder no es un privilegio que puede cambiar de manos como si fuera de instrumento, es un sistema de relaciones y de imposición de normas. “En suma hay que reconocer que un poder se ejerce más que se posee, que no es privilegio adquirido o conservado de una clase dominante, sino el efecto de conjunto de sus posiciones estratégicas”. Las disciplinas se instauran como fórmulas dominantes para producir la eficacia y la docilidad de los actores a través de un cuidado meticuloso de la organización de la corporeidad. Mejoramiento de la fuerza de rendimiento y trabas a las posibilidades personales de oponerse a ellas, restricciones suaves y eficaces de movimientos del espesor del cuerpo: éstas son las orientaciones cuyos efectos conjugados proporcionan un poder de acción y de control a las disciplinas. Foucault menciona esta “anatomía política del detalle” presente en el sistema penitenciario, y también en colegios, hospitales, ejércitos, talleres. El control de la actividad implica el control del empleo del tiempo, la elaboración gestual del acto que descompone a este último en sus elementos sucesivos, hasta proceder a la más estrecha correlación del cuerpo y del gesto para lograr un mejor rendimiento. EL modelo cuadrícula, que sirve para provocar la utilidad y la docilidad de los hombres a través del dominio de su corporeidad, encuentra en el panoptismo su figura ideal, que puede economizar la presencia de los individuos encargados de vigilar la buena marcha del dispositivo.

“El cuerpo es la objetivación más indiscutible del gusto de clase” P. Bourdieu

“Sería fácil mostrar, señala Bourdieu, que las diferentes clases no se ponen de acuerdo sobre cuáles son los beneficios que se esperan de la práctica del deporte, ya sea beneficios específicos propiamente corporales, cuya condición de reales o imaginarios no tiene sentido discutir porque quedan descontados, como los efectos sobre el cuerpo externo, como la delgadez, la elegancia, o una musculatura visible o los efectos sobre el cuerpo interno, como la salud o el equilibrio psíquico…”

Juegos diferentes: una alternativa para vivir la discapacidad desde la integración


Gamboa de Vitelleschi, Susana. Juegos diferentes: una alternativa para vivir la discapacidad desde la integración / Susana Gamboa de Vitelleschi y Roberto Emilio Ramos. 3a. Buenos Aires : Bonum, 2008

Ubicación: Estante376.1 GAM;

Palabras Clave: Juegos, Necesidades Educativas Especiales, Integración Social

Los autores Intentan transmitir que la vida es esfuerzo, dinamismo, pensamiento, sentimiento, confianza, amor, verdad. Que cada ser humano construya desde su lugar la vida que corre dentro de él y que debe emerger de alguna manera. Porque todos podemos florecer en proyectos, crecer en realizaciones y caducar como las hojas en el otoño ante ciertas exigencias. Esto es darse el permiso de saber cuánto podemos y cómo. Esto es reconocer que existen alternativas y recursos, modos diferentes de hacer, de sentir y de estar en el juego de la vida.

¡Todos somos útiles!

Un sinfín de necesidades se presentan a diario, y éstas se complejizan a medida que los conocimientos y las distintas disciplinas se traman. Por ejemplo, las noticias se reciben por medio de un satélite, que fue creado, construido e instalado por ingenieros altamente especializados. La información se recibe por una computadora que la procesa. Un periodista la sintetiza y elabora para transmitirla. La recibimos por la radio, la televisión, internet, el diario…

Estas acciones forman parte de un sistema donde todos ocupamos algún rol necesario para otro y éste para nosotros. Una cadena humana se extiende en una búsqueda constante de soluciones y alternativas.

¿Cuáles son tus necesidades más habituales? ¿Quién o quiénes resuelven tus necesidades? ¿Sabés pedir ayuda? ¿Qué lugar ocupas en la cadena de soluciones? ¿Qué estás dando? ¿Das todo lo que puedes? ¿Puedes escuchar lo que otro dice, necesita o pide?

Todos jugamos algún rol en la escena de la vida, todos los personajes tienen algún sentido en la trama. El argumento exige ductilidad, concentración, apertura y mucho amor.

Muchos son los espectadores que acuden a nuestros estrenos. Hay distintas respuestas: aplausos de unos, abucheos de otros, buenas críticas e indiferencia.

Lo importante es estar en el gran escenario de la vida compenetrarse de las emociones, de las sensaciones de los tiempos y de las necesidades que cada personaje tiene o construye. Saberse la letra nos permite entrar a tiempo o darle el pie para que el otro haga su aparición. Tiempos, estilos, dudas, respuestas. Todo está en escena. Una interacción de personas vivas que se rozan en competencias de alegría y de dolor, de imperfecciones y humildades, de vanidades y esmeros, de logros y fracasos, encuentros y despedidas, de olvidos, plantones o amores absorbentes. Esto constituye el vivir cotidiano.

Felices
Los hombres
y las mujeres
que saben vivir
la amistad,
que la amistad
es uno de los sentimientos
que puede experimentar
el ser humano.
Porque la amistad
es un don gratuito,
que se da
y se recibe sin ningún interés
de por medio.
Y por eso,
nos hace más plenos
dándonos la verdadera
dimensión del amor.
La amistad ennoblece,
hace crecer,
nos descubre
la verdad del ser.
Los amigo
no se fijan
en superficialidades,
no se dejan
guiar por zonceras.
Los amigos
buscan juntos
lo trascendente.
La amistad es creativa
y creadora,
es madurez
que se adquiere
de a poquito,
es camino
que se transita alegremente.
Los amigos saben
compartir una sonrisa
y sobrellevan juntos el dolor.
La amistad
es sinónimo de confianza
y de entrega sin concesiones.
disfruta
yn los momentos de luz
y tiene fe
cuando no se ve tan claro.
H.S.

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