18 de agosto de 2009

La murga




I.S.F.D Nº 84. Mar del Plata
Carrera: Profesor en Educación Física


Asignatura: Perspectiva Sociopolítica
Curso: 1º “E”


Alumno: Picone, Julián




Profesor: Pablo Ball-llatinas


25/03/2009



Introducción



Para hablar un poco sobre la historia de la murga tal como la conocemos hoy, tenemos que remontarnos más o menos a la década del ’40. Situados en esa época no podemos eludir trazar un paralelismo entre la historia de la murga porteña y el tango.
A pesar de lo que muchos plantean, yo sostengo la teoría de que la murga tiene una relación directa con el tango, tanto en su forma estética como en su forma artística. La murga nace y se hace como una expresión artística barrial cultivada en los barrios más "tangueros" de Buenos Aires. Se considera cuna de la murga a Palermo, Almagro, el Abasto, y se suman barrios como Boedo, Villa Urquiza, Paternal, Mataderos.


Burreros, milongueros, bohemios y mujeriegos, formaron las primeras murgas y se lanzaron a conquistar las noches de carnaval, fiesta descontrolada por excelencia en aquellos años.
Melodías de tango, vals, pasodoble y milonga marcan a fuego la rítmica murguera y hasta el día de hoy parecen insuperables cuando una murga se planta en un escenario.
La murga nace con el bombo con platillo como instrumento base, pero, a pesar de ser un parche, no lo "candombea", sino que lo usa como instrumento de marcha, y al platillo se lo usa para cortar la negra del golpe de la maza. Se podría decir que la maza de un bombo marca una suerte de contrabajo y el platillo, usado en su toque más clásico, se asemeja muchísimo al sonoro "chan-chan" del bandoneón.
Todo este dibujo se completa con la vestimenta del murguero que no por nada es levita, guantes, galera y bastón, vestuario clásico de un Buenos Aires de antaño.
Por último no podemos olvidar a los grandes cantores, bailarines y presentadores que crearon una puesta callejera que hizo historia.
El primer dato de suma importancia que podemos destacar en este resumen es que la murga porteña adquiere identidad propia y emerge como género artístico-popular. Tomando como referencia otros carnavales podemos decir que, en el norte del país, las agrupaciones de Jujuy y provincias linderas se forman con una fuerte influencia del carnaval boliviano y son muy similares sus expresiones. Lo mismo, podemos decir, ocurre en el litoral: Corrientes y Entre Ríos toman el carnaval de Brasil como modelo.
En Buenos Aires podría haber pasado algo similar con respecto al carnaval uruguayo, pero está claro que esto no fue así, por eso la murga porteña y la uruguaya son tan distintas.
Entre las décadas del ’50 y del ’60 se puede ubicar la época de gloria de la murga porteña. Los grandes letristas, cantores, bailarines y bombistas participan en esta época. Muchas de estas personas hoy en día son consideradas los maestros del género. A pesar de la triste ausencia de material visual y sonoro hoy se recuerdan la grandeza y el virtuosismo de los murgueros del ’50.
Por estos años nacieron y se fundaron algunas de las murgas más famosas y reconocidas. Hoy, muchos años después, todavía se encuentran en actividad muchas agrupaciones de aquella época. Este es un dato que revela la fuerza y el peso que tuvo el género hasta fines del ’60.
En la década del 70 se generan cambios que marcan una nueva historia para las murgas y el carnaval y que trae profundas consecuencias para el género.
Una de estas es que en las murgas comienza a instalarse con mucha fuerza la participación femenina. Las mujeres se incorporan como bailarinas, no como murgueras; forman parte de las murgas y comienzan a ganar un espacio importante, que en el ’90 se traducirá en un hecho fundamental.
Así, entrando en los ’80 se ven claramente las consecuencias de tanto de-generamiento. Casi no quedan corsos en Capital Federal y son muy pocas las agrupaciones que logran sostenerse. Ni las mejores, ni las peores, todas tienen serios problemas para continuar y hay un gran parate en la actividad, por lo menos hasta que los ’80 llegan a su fin.
Pasada la mitad de esta década, los directores de murga de la Capital Federal incursionan en una aventura extraña y forman la 1ª Federación de murgas y comparsas de Capital Federal, Gran Buenos Aires y Gran La Plata en el Fondo Nacional de las Artes.
El cambio no logra instalarse, pero comienza.
La experiencia dura muy poco, pero algunos directores ya tienen una visión distinta sobre el arte murguero.
En este estado de cosas llegamos a la década del ’90, que para mí es la década de la organización, la década del repaso histórico, la del reconocimiento para los grandes murgueros, la década de la revisión del género artístico murga porteña.
La generosa actividad de los murgueros del ’40 y del ’50 florece en los ’90 y pide a gritos un nuevo ordenamiento para las murgas y el carnaval.
Muchas de las históricas formaciones porteñas vuelven a la actividad llamadas por las nuevas ideas, el debate por los beneficios y la posibilidad de volver a ser parte de la fiesta popular.
Una marcha para pedir por el feriado de carnaval pone de manifiesto el cambio y la postura más importante de la historia murguera. En esta primera marcha queda sellado el nuevo camino, y comparten el espacio murgas de barrio, de taller y gente absolutamente nueva en el ámbito.




LA MURGA PORTEÑA








Las murgas fueron creciendo y desarrollándose a partir de la década del ’30, con la conformación de los barrios. Ya desde sus inicios “fue vista como una cosa despreciable, llena de vagos y atorrantes de los arrabales y suburbios”.[1]


La migración de los “cabecita negra” a la Capital –a partir de los ‘40- le da nuevo vigor a las murgas y llegan a formarse dos o tres por barrio, con gran participación de jóvenes. Los potreros, las esquinas, las plazas, se transforman así en los lugares de encuentro.


Desde fines de los ’60 se produce la atomización de esta manifestación popular, debido a la prohibición de la crítica durante los gobiernos militares, la eliminación del feriado de carnaval y principalmente la represión de la dictadura de 1976.


Durante los ’90 vuelven a emerger con fuerza las murgas, rescatando la solidaridad y la acción con los otros. En este “renacer” se respetan características tradicionales y se le suman aportes de otras disciplinas artísticas, como por ejemplo el de la gente ligada al teatro callejero, que innovó lo escénico y el vestuario, adoptando trajes originales. Las mujeres empiezan a participar activamente, reflejando en cuerpo y alma la gestualidad que era antes patrimonio exclusivo de los hombres. Se suman nuevos instrumentos (redoblante, guitarra, bandoneón). El aprendizaje se realiza no solo en los barrios, sino también en talleres. Aparecen asimismo, junto a los protagonistas tradicionales (trabajadores, chicos de barrio) otros sectores sociales (intelectuales, clase media empobrecida).


A partir de canciones de moda o propias estas murgas van expresando sus broncas, tristezas y alegrías, su propia lectura de la realidad en los pocos espacios públicos que quedan, en las calles y plazas y en los barrios.




Las murgas como fenómeno de la cultura popular








Tiene que ver con una cuestión de mucha pasión, de mucho sentimiento, como algo puro. Con la posibilidad de un grupo de encuentro, es un espacio interesante en donde se desarrolla la creatividad. Y eso es interesante en estos momentos, en estos tiempos que estamos viviendo. Y aparte un espacio de expresión, que es fundamental “...es un emergente social ...” estamos en un tiempo en donde los pibes quieren expresarse y no encuentran espacios.
Enmarca la necesidad del hombre, la necesidad de la gente, en el día de hoy, en el supuesto “vacío de valores” –que es en realidad imponer ciertos valores- una búsqueda de salir de esa ansiedad y esa soledad y reagruparse en ciertas instancias, que en este caso la murga es un lugar donde reflotar ciertos tipos de valores, del compañerismo, de la alegría y una especie de humanismo necesidad de buscar una identidad, una necesidad de identificación, de reagrupamiento, de perder esa ansiedad que tiene cotidiana y que yo creo que surge en ese momento, en ese espacio, por esto que digo del “humanismo” de la murga que pretende una demostración de todas estas cosas sin necesidad de excluir a nadie, bajo ningún pre-concepto.


Este análisis de la murga –como espacio que rescata la solidaridad, la expresión, la creatividad, junto a un verdadero protagonismo de la gente, y en particular de los jóvenes- la hace parte integrante de la cultura popular, lo cual se ve también reflejado en la búsqueda constante de aquello que ha sido silenciado desde el poder, de las raíces que se pretenden ocultar:
Respecto a las características de las murgas, se resaltó tanto el aspecto artístico como el contestatario. En cuanto al primer rasgo se hizo hincapié en la necesidad de ir creciendo en la calidad de lo que se hace:
Dentro de este mejoramiento continuo también hay que destacar el esfuerzo que implica para los murgueros poder crecer. Uno de los ejemplos más claros es la organización de viajes a encuentros.


En cuanto al segundo rasgo (murga contestataria), queda en evidencia el carácter reflexivo y crítico de las murgas, las cuales en sus presentaciones tratan temas relacionados con la realidad política y social del país (aunque esta reflexión todavía no llega a criticar la base de los problemas sociales)




LA POLITICA Y LA CULTURA POPULAR








Hay una absoluta ausencia del Estado en cuanto a la puesta en práctica de una política cultural que fomente y apoye el desarrollo de las murgas y demás actividades ligadas a la cultura popular, lo que no se visualizaría en otras actividades artísticas, que estarían más favorecidas desde la acción estatal:
No hay ningún plan de gobierno en este momento que contemple la actividad de las murgas, en absoluto ninguno. Y por ahí hay un goteo de algo, ‘che, mandá una murga a tal lugar para que haga tal presentación y les damos unos mangos’. Pero nada que ver con un plan. Hace falta que nosotros tengamos que insistir y seguir insistiendo para que realmente tengamos el lugar que nos corresponde Y nosotros tenemos que seguir luchando, porque a través de esto vamos a demostrar y a difundir lo que nos pasa a nosotros los murgueros: la falta de solidaridad oficial, el desamparo que hay, donde una estructura cultural como la Subsecretaría de Cultura, que existe un área teatro, un área danza, un área títeres, un área de música, un área de plástica, no existe un área murga. Pero todo se consigue con lucha, todo. Y si tendremos que luchar, tendremos que luchar. Yo no quiero hacer discriminaciones, pero estoy seguro que hay sectores que están mejor protegidos, porque si hubiera algún movimiento de otro tipo, seguro que tienen todas las motos y todo cuidando ahí. Los murgueros no.
Yo creo que existir no existe. El Estado por alguna u otra causa lamentablemente ha intervenido ya sea por un accidente, les hemos tocado así, existimos, y el ruido te hace muchas veces decir qué pasa ahí. Creo que sigue el Estado trabajando para este sistema, a nivel cultural. No se hace un trabajo de fondo. El trabajo de fondo es que el Estado diga ‘mirá, en todos los barrios hay una murga, ¿por qué no puede haber formación para esas murgas? Pero sigue siendo una cuestión, cuando hay, asistencial. ¿Por qué? Porque no le conviene a este sistema, no le conviene a las políticas culturales de formar a la gente con un poder crítico. Si existiera eso la cosa sería distinta. El Estado sigue dando changuitas a todo lo que tiene que ver con lo popular. No solamente pasa con la murga, porque hay gente que está en grupos de teatro popular, o artistas callejeros y están haciendo cosas muy buenas y no tienen apoyo. Acá sigue existiendo como una cuestión muy chata, siendo que los artistas siguen profundizando en la formación para hacer cosas cada vez mejores, pero es muy chato la cosa y no te permite crecer, y no para irse para arriba y ser ‘el gran’. No, crecer no te permite. Y hoy lamentablemente hay grupos que no pueden mantener esa formación. La mayoría de las murgas jamás ha recibido nada de plata
Desde una imposición cultural e ideológica se pretende adaptar a los sujetos a esta estructura económica y política impuesta por las clases dominantes, legitimándola, presentándola como única estructura posible y naturalizándola –lo cual implica un alto grado de violencia.


Estamos ubicados en la época en que el político se asemeja mucho a un delincuente, el sindicalista deja de defender a los trabajadores y pasa a ser un personaje siniestro; estamos en la época en que la hinchada deja de ser tal y pasa a ser barra brava.
La política cultural del Estado –Estado de las clases dominantes- muestra un total desinterés a estos fenómenos populares. Es el resurgir de la murga, del teatro callejero, lo que obliga al aparato estatal a, esporádicamente, fomentar actividades de difusión de estos fenómenos, no con la intención de valorizar estas expresiones culturales, sino de apropiarse de ellas, vaciándolas de contenido crítico y devolviéndolas al público como simples espectáculos “alegres”, “coloridos”, “listos para consumir”.
Creemos que esta descripción plantea muy acertadamente lo importante que es el acercamiento de propuestas de cultura popular –que en este caso se trató de una murga, pero pudo haber sido otra expresión artística- como canal para que los chicos de barrios populares puedan juntarse, opinar, reflexionar, expresarse y sentirse respetados. En una sociedad en donde desde el poder se culpabiliza y discrimina a quienes sufren las consecuencias del modelo aplicado, actividades como esta ayudan al pueblo a recuperar sus raíces y a confiar en sus propias fuerzas, capacidades y habilidades.
La murga desde sus comienzo ya demostrado una notable tendencia a oponerse a los grupos dominantes o hegemónicos, pero han decidido hacerlo de un modo muy particular y muy picaresco a través de sus canciones por ejemplo. En una de las secciones de la función, cada agrupación presenta una canción en su tablado que se denomina “canción de protesta” o “crítica”. Para esta espacio, sus integrantes anteriormente debatieron el tema de la crítica y compusieron la letra de la canción (que puede tener la música de algún tema conocido) en la cual se vuelcan muchas veces las opiniones personales y en todos los casos los ideales compartidos dentro del grupo


La última dictadura militar en argentina dejó como saldo la desaparición del feriado de carnaval en el mes de febrero por la marcada tendencia a la crítica que asumió la murga y su papel totalmente activo en el tema. Hoy en día pasado mucho tiempo se sigue buscando el tan ansiado feriado de carnaval. Si bien todavía no está decretado el feriado (excepto en la ciudad de Buenos Aires tengo entendido) las murgas se reúnen con el municipio para acordar los días de cada corzo (y el corzo general en el que participan todas las murgas de la cuidad y alguna mas de capital) de cada murga y así facilitar sonido, iluminación, tablado y el correspondiente corte de calles para dicho evento social en cada barrio de modo totalmente gratuito. Esta es la única relación que se establece entre murga y gobierno.
Por otra parte es notable la tendencia de algunas murgas a tomar un rumbo muy contradictorio al resto y tener la intención de ser declaradamente apoyadas por el gobierno de turno (el de la municipalidad en el caso de Mar del Plata). Por lo general tienden a manejarse y a realizar sus acciones con fondos municipales a diferencia de la autonomía del resto




LA MURGA COMO INTEGRANTE DE LA SOCIEDAD








Si bien es cierto que la murga esta inserta en la sociedad y se siente parte de ella, las personas que están ajenas a este movimiento, desconocen confunden y muchas veces repudian todo lo que esté referido a la murga. Al buscar una razón que sea capaz de justificar este fenómeno, debo reconocer la tendencia (no mía) a catalogar al grupo de la murga como “raro” en palabras de la gente. Quiero detenerme en esta afirmación escuchada en las cercanías de cada ensayo o reunión “…en la murga hay droga…” “…en la murga hay alcohol…” Si bien es cierto que cada integrante es a la vez integrante de una sociedad por lo cual no se está exento de estas cuestiones. Sin embargo drogas y murga no son sinónimos. Esta relación simplificadora que tiene la gente muchas veces los murgueros son fundidos y confundidos con otras personas que están tomando alcohol cerca de del lugar de ensayo. Pero, ¿Por qué esa persona ajena y desconocida es alineada a la murga si ocasionalmente pasó por ese lugar, por ahí tampoco tiene idea de lo que está pasando? La respuesta a mi entender es sencilla: PREJUICIO. La gente tiende en todos los ámbitos a poner rótulos en las frentes ajenas sin razón ni argumento.
Es cierto que los grupos (de jóvenes en su mayoría) de murgueros pueden tener o no algún tipo de vicio Como cualquier persona integrante de esta sociedad. Pero cuando uno es murgueros, en ese momento todo debe quedar de lado por el hecho de que considero que no solo pertenecemos a un barrio en particular sino que “SOMOS EL BARRIO”
Por otra parte me parece que la carta principal con la que cuenta la murga dentro de una sociedad es su CARÁCTER SOCIALIZADOR. Con esto me refiero al hecho que está comprobado (sobre todo en barrio periféricos de la cuidad) se puede insertar a un niño a un grupo de gente o de pares que intenten con éxito contenerlo y brindarle un amplio espacio de expresión y liberación de tensiones, un espacio en el que se sienta contenido, escuchado y aceptado como muchas veces no se sentiría ni es su propia casa.
Quiero permitirme hablar del caso particular de la AGRUPACION MURGA LOS COLGADOS DE POMPEYA que trabajan gran parte del año de la mano de la Asociación de Fomento del barrio Nueva Pompeya para preparar el festejo del día del niño como muchas otras organizaciones sin fines de lucro. Esta es una fiesta, un evento cultural en el cual hay música, circo, teatro y por supuesto murga. Este DIA es tomado como un día que la murga le dedica su show a los chicos regalando golosinas chocolatadas para todos y sobre todo regalando alegría para toda la familia. Esto no se podría llevar a cabo sin la colaboración totalmente desinteresada de cada una de las personas que componen la murga y del barrio en su conjunto.




CONCLUSIONES








Analizar el fenómeno de las murgas significó en primer lugar ubicar a este movimiento en el contexto en el cual resurge hoy. Y en segundo lugar entenderlo como algo no homogéneo, con particularidades según el lugar donde se formó cada murga, las influencias artísticas y el grupo social que la integra.


La situación económica, política y social actual significa para gran cantidad de jóvenes la imposibilidad de acceder a trabajo, educación y a derechos sociales básicos. Junto a esto Frente a esto se levanta un acontecimiento cultural, transgresor, que se apropia de las matrices con las que el capitalismo organiza la vida de sus miembros, y las re significa simbólicamente: es la murga, que expresa, mediante los movimientos, los disfraces, el canto, el baile y el sonido de sus instrumentos, la resistencia a las condiciones de explotación en la que los sectores populares producen y consumen.


Desde sus orígenes el carnaval y la murga fueron las herramientas que tuvieron los sectores populares para expresar sus sentimientos de opresión y rebeldía. Desde los negros que se reunían para satirizar, mediante el canto y el baile, a sus amos, hasta hoy en día en que miles de jóvenes, con la alegría como arma, van resistiendo los embates de la cultura de la “globalización”, la cual ignora las raíces de cada país, para extender la cultura de los países centrales al mundo entero.


Es así que los jóvenes (y también algunos adultos) se incorporan a los grupos murgueros en busca de contención, de espacios recreativos, pero también como un intento de expresar la bronca y la tristeza por una realidad que los niega. Mientras la cultura oficial les asigna el lugar de meros espectadores y consumidores, es esta expresión de cultura popular la que les permite divertirse, crear, desinhibirse, desafiar lo impuesto, ser protagonistas. La murga se da entonces no como una construcción individual, sino que por el contrario es la expresión de la interacción entre sujetos, estrechamente ligada a la vida cotidiana.


Pero frente a este intento de manipulación las murgas siguen resistiendo, y en un contexto de privatización de la mayoría de los espacios públicos, se apropian de las calles y de las plazas para realizar sus presentaciones, como históricamente lo hicieron los obreros en el ’45; como lo vienen haciendo hace muchos años las “locas” de la Plaza de Mayo; como lo muestran los piqueteros cuando cortan las rutas.


Es esta expresión cultural, junto a las manifestaciones políticas y sociales nombradas anteriormente, las que continúan retando un destino construido “desde arriba”, oponiéndole la posibilidad de un destino forjado desde abajo, donde la cultura popular posibilite ese camino transformador.


BIBLIOGRAFIA






· “Murgas porteñas” Diario Clarín









1 comentario:

Anónimo dijo...

Algunas datos no son reales o por lo menos confunde la historia real del carnaval porteño.
gracias por darme la oportinidad de opinar.
osvaldo


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